De nuevo, aquí estamos una semana más con nuestra encuesta/sondeo que ha realizado la redacción de REVISTA PROTOCOLO a relevantes profesionales del protocolo y la organización de eventos acerca de sus previsiones para el sector en este incierto 2023. A todos ellos les hemos hecho las mismas cinco preguntas. Esta semana es el turno de MARÍA GÓMEZ, presidenta de Event Managers Association (EMA).
1ª. ¿Considera que la crisis que el COVID generó en el sector de los eventos ya estaba prácticamente superada?
No. Si por crisis nos referimos al parón en la actividad que hubo en los eventos, es cierto que ha habido un momento espejismo de mucha actividad con poco tiempo de planificación, y eso ha podido dar una falsa sensación de ‘superación de la crisis’. Sin embargo, la pandemia ha traído nuevos problemas como la falta de personal, que se traduce en peor servicio, empleados quemados y bajada en la calidad, y ha puesto de relevancia carencias que el sector ya arrastraba, como falta de planificación, falta de visión estratégica, transparencia…
Durante la pandemia se ha hablado mucho de que íbamos a salir mejores tras el parón. Creo que, no solo no hemos salido mejores, sino que se ha vuelto a prácticas previas a la pandemia, habiendo olvidado todo lo ampliamente debatido durante los peores meses de 2021 y 2022. En la industria de eventos existe una tendencia muy blanca o negra. Estaba claro que la recuperación iba a ser paulatina, y desde el principio se habló de recuperación completa para 2024 (recordemos que en Asia todavía hay restricciones para viajar y de momento lo que está primando son los viajes de corta y media distancia). Hay que empezar a pensar de una manera más estratégica en el futuro, teniendo en cuenta el entorno impredecible en el que vivimos.
2ª. Tras el COVID, una guerra, impresionantes subidas en el recibo de la luz y, por tanto, una inflación desbocada. ¿Cómo está afectando ya esta situación a la industria de los eventos?
Cualquier escenario de incertidumbre, sobre todo si es económica, tiene impacto directo en el sector de los eventos. Comenzando por las posibles amenazas de seguridad, que siempre se tienen muy en cuenta, sobre todo, a la hora de planificar eventos internacionales a largo plazo, y continuando por los presupuestos asignados a marketing (y por ende a eventos) que tienden a ser más conservadores. La subida de los precios está también teniendo repercusión, si no se incrementan los presupuestos, pero los precios suben, se llega a menos. En esto tienen impacto también las carencias de las que hablaba en el punto anterior: la vuelta a la actividad ha supuesto un balón de oxígeno para muchas empresas, pero no debería haber significado recuperar todo lo perdido en dos años.
3ª. Dadas las circunstancias, ¿qué perspectivas tiene para el año 2023?
Las perspectivas son cautelosas. Dependerá mucho del sector de actividad de las empresas la decisión en inversión que se decida hacer. Hay muchos viajes y eventos que se siguen realizando de manera virtual, y los que se hagan de manera presencial, tendrán que estar muy bien planificados teniendo muy claros los retornos. Se van a seguir mirando muy bien las políticas de cancelación y la flexibilidad que ofrezcan los destinos y los venues, porque desde el lado del cliente inicial nuestro margen de maniobra está siendo cada vez más corto. Es algo que las empresas tienen que entender también: la manera de organizar los eventos internamente tiene que cambiar también y ser más ágil, con una preparación previa y toma de decisiones mucho más estratégica para no tener un impacto negativo en el resto de actores que intervienen en un proyecto.
4ª. ¿Alguna propuesta que aportar ante esta situación?
Hay que seguir adaptándose al entorno. Suena a perogrullo, pero es cierto que nadie puede prever lo que pueda venir. Es importante echar la vista atrás y analizar lo que ha funcionado para seguir poniéndolo en práctica, pero sobre todo es importante seguir con la mirada crítica y aprender de los errores del pasado. Está claro que los tiempos de planificación se acortan, y las decisiones se toman más a última hora, cuando se tiene algo más de certidumbre. Esto tiene un gran impacto en las maneras de trabajar, empezando por las empresas que tienen que comprender e interiorizar el valor de los eventos y de los profesionales que son capaces de llevarlos a cabo en tiempos récord y de una manera eficiente dentro de sus organizaciones. Siguiendo con la cadena de valor, las agencias y los intermediarios van a tener que dedicar más recursos a los proyectos para responder a las necesidades del cliente inicial, y los venues van a tener que ser más flexibles. Si todo el engranaje no está en la misma página, se generan ineficiencias, estrés y desconfianza, que a la larga es perjudicial para todos los actores y para el sector MICE en general.
5ª. ¿Saldremos reforzados tras las agonías del COVID y de la guerra en Europa?
Esta pregunta se ha repetido incansablemente durante la pandemia, y ya he mencionado antes que no solo no creo que no hayamos salido reforzados, sino que hemos vuelto atrás. Los eventos del entorno externo no son un punto y aparte, sino un punto y seguido, para tomar aire y adaptarse. Tras la pandemia ya se ha visto que sólo los que se han adaptado han sobrevivido. La incertidumbre generada por la situación en Europa y la crisis energética es otra prueba para repensar modelos de negocio y maneras de trabajar. No sé si saldremos reforzados, pero sí sé que el que no se adapte a las nuevas demandas se quedará atrás.