AMPARO BARRIGA HIDALGO
Dircom Fundació València Diversitat
(Artículo escrito antes de que Luis Rubiales presentase su dimisión el pasado domingo 10 de septiembre, por lo que se han actualizado algunas expresiones)
Estas últimas semanas, después de haber ganado nuestra selección femenina un campeonato del mundo es poco lo que se dice de ello y mucho es el ruido que alrededor se ha creado, invisibilizando incluso a otros grandes logros deportivos como los 4 oros de Álvaro Martín y María Pérez, y la plata de Mo Katir en el campeonato del mundo de Atletismo. O el gran campeonato que nuestra selección de gimnasia rítmica ha conseguido en Valencia con clasificación incluida para los JJOO de París.
Para nuestra profesión, dedicada a cuidar de la imagen corporativa de las entidades en las que trabajamos, el ruido no debe importarnos, pero sí las nueces, ya que el contenido de toda esta polémica es lo que nosotros como profesionales tenemos que analizar, el comportamiento del Sr. Rubiales en todos sus ámbitos de actuación, no si fue consentido o no lo fue, de eso se encargan los que tengan que hacerlo.
Desde nuestro prisma protocolario, cabe destacar que cualquier persona que represente a una entidad se debe a ella, a sus valores y misión, y, por tanto, su comportamiento se ve directamente reflejado en el trabajo que hace, y no olvidemos que el ruido nos está haciendo, no mirar al foco de la cuestión, el Sr. Rubiales representaba a la Real Federación Española de Futbol, que pese a ser una entidad privada, es la cara visible de nuestro Fútbol a nivel nacional e internacional y su responsabilidad era mucho mayor que la de cualquier otra entidad.
Así que si me preguntáis como profesional si el comportamiento del Sr. Rubiales en el palco al acabar la final del mundo fue el adecuado, os diré abiertamente que no, porque ese señor no es consciente de lo que implica ser presidente de una entidad como la RFEF, pero además, nadie de su gabinete le ha explicado lo que significa la comunicación visual en sus actos, cosa que nosotros a nivel profesional estamos hartos de explicárselo a nuestros jefes ¡Quién no le ha dicho alguna vez al suyo o a la suya… cuando hables no cruces las piernas, cuidado con los gestos y ojo: cuando estés hablando en un atril transparente y se te ocurra rascarte… bueno ya me entendéis! O cómo deben saludar o simplemente aplicar la norma de cortesía adecuada y, obviamente, tocarse los genitales junto a la Reina de España y a la Infanta no creo para nada que sea un comportamiento que se adecue a todas esas normas que requiere tener un presidente de una gran entidad, eso sin entrar en las imágenes del beso o de las jugadoras cargadas al hombro, creo que ellas mismas deslegitimizan a este personaje.
Pero, como he dicho antes, mucho ruido y pocas nueces, sí, sí, mucho ruido, porque pese a haber sido todo inadecuado, esto no tendría que haber llegado tan lejos. Si a este señor alguien de su gabinete de crisis le hubiera dicho: “Tenemos un problema porque lo has hecho muy mal, pero tranquilo, esto tiene solución, debes disculparte, reconocer que la emoción te embargó y pedir perdón”, es obvio que el ruido seguiría estando, pero el fuego al final se extinguiría, porque ese es nuestro trabajo, hacer que los fuegos de nuestros jefes se conviertan en ceniza rápidamente para evitar que estas cosas puedan ocurrir, y como profesionales podemos evitarlo anticipándonos con soluciones, porque con unas sinceras manifestaciones de disculpa hubiese sido suficiente para evitar no solo el enorme revuelo mediático y social, sino también para evitar el bochorno que la Casa Real junto a un país entero ha tenido que vivir siendo portada en todos los medios internacionales, no por el triunfo, sino por el ruido.
Mi reflexión me lleva a no juzgar si estas conductas deben ser castigadas con medidas judiciales; eso se aleja de mi visión profesional y lo dejo para mi lado más personal, pero sí me lleva a pensar que todos los altos directivos deberían tener una formación más específica en este campo, y si no la tienen, contar a su lado con profesionales que sepan hacer este trabajo, no asesores o técnicos que a dedo hacen, en mucha ocasiones, un trabajo para el que no están preparados ni formados, y que tal vez como entidad, tener un manual interno de protocolo (del que poco se habla en estos tiempos) les salvaría en estas lindes de crear este ruido, y hablar de las nueces.