MARÍA JOSÉ FLUJAS
Delegada territorial de la AEP en Andalucía
(Artículo escrito antes de que Luis Rubiales presentase su dimisión el pasado domingo 10 de septiembre, por lo que se han actualizado algunas expresiones)
Las escenas vividas en la final de la Copa Mundial de Fútbol femenino que tanto nos han avergonzado como país y como sociedad marcan un antes y un después para los implicados, pero, además, merecen una reflexión serena desde el punto de vista del protocolo.
Y lo es porque en los eventos deportivos, como en otros ámbitos, el protocolo desempeña un papel importantísimo al trabajar para potenciar la imagen de las entidades o equipos de la competición. Convierte espacios en grandes escaparates que muestran valores propios como son la tolerancia, disciplina, afán de superación, trabajo en equipo o la lucha contra la discriminación. Unos principios que contribuyen a beneficios sociales, turísticos o económicos, no solo de los equipos, sino por extensión, también de los países a los que pertenecen.
A los asistentes a cada espacio, deportistas, aficiones e instituciones, se les requiere, de manera diferenciada, el cumplimiento de normas de convivencia o conductas y determinada etiqueta. Cuando alguien las rompe da al traste con la imagen y el trabajo de muchas personas, las arrastra y, en consecuencia, se adoptan medidas o sanciones como la expulsión.
Esto es lo que ha ocurrido con el comportamiento del expresidente de la Real Federación Española de Fútbol. Con su exhibición de gestos burdos, con el desprecio mostrado hacia las mujeres, desde la reina hasta la infanta y por supuesto a las jugadoras, todos hemos sido conscientes de lo que no se puede permitir. Y resulta que nos hemos dado cuenta quizás de que aquello de la etiqueta, de los modales y por supuesto, del respeto, afortunadamente no es algo desfasado.
Como espectadores, aficionados o como profesionales hemos asistido al espectáculo deleznable de una figura que no ha mostrado la más mínima educación ni respeto por los principios que defiende la RFEF. Con gestos de poder machista, desfasado, absolutamente fuera de lugar y una confianza excesiva en la impunidad de sus actos. Dudo de su valentía para ser tan explícito y efusivo en sus modales si a su lado en el palco hubiera estado sentado S. M. el rey o si entregara medallas en cualquier competición masculina.
Ha arrastrado el trabajo de unas futbolistas eclipsando su gran triunfo, ha dañado la imagen de una federación traspasando todos los límites. Pero curiosamente ha sido su mejor tarjeta de presentación y, como si de un chip se tratara, nos ha conectado para gritar #Se Acabó.
Me alegra que el protocolo haya contribuido a cambiar el rumbo y verbalizar lo que no es aceptable; a poner en primera línea la necesidad de que los eventos cuenten con profesionales que contribuyan, al cuidar y requerir determinadas reglas como ejes básicos, a defender que la superioridad, el machismo o la falta de educación son hechos tóxicos e inaceptables.