MARÍA DEL PINO FUENTES DE ARMAS
Experta y asesora en Protocolo
(Artículo escrito antes de que Luis Rubiales presentase su dimisión el pasado domingo 10 de septiembre, por lo que se han actualizado algunas expresiones)
Lo que comenzó siendo un gesto inadecuado, fuera de lugar y de contexto, se ha convertido en una fiera que se retroalimenta y a la que no se le ha sabido poner freno desde el punto de vista de la comunicación y de la gestión de crisis. Se trata de una jornada memorable ante el triunfo alcanzado por las deportistas españolas que se ha visto empañada por lo que se ha calificado de agresión machista a cargo del ya expresidente de RFEF, quien no ha sabido estar a la altura de lo que representa.
Ese extralimitarse en su efusividad ha dado lugar a una ola a nivel internacional de indignación social, merced a unas imágenes difíciles de justificar que han sido captadas por las cámaras de televisión y que han dado la vuelta al mundo, que se han viralizado, calificadas de atentado al avance de la conciencia feminista.
Lo que pudo quedar en “anécdota” se ha convertido en una sucesión de «errores», en el uso de argumentos inconexos y dejando «entrever» un «acoso» por parte de la jugadora. A la cuadriga de la noticia se han sumado otros deportistas, cantantes, ministros, periodistas… Pero el Sr. Rubiales no intentó parar los caballos y, pese al revuelo mediático, se siguió comportando como el jefe supremo del fútbol español.
Ante su actitud, en los entresijos de la Real Federación, las heridas lacerantes han empezado a vomitar el pus acumulado, y ahora bacterias, tejidos muertos y sustancias extrañas afloran sin parar. El tema está en los tribunales, y ahora vendrá la investigación de los métodos al uso, las formas, la permanencia en los cargos y las vertiginosas cifras que manejan y hasta si hay o no connivencia por parte de las autoridades competentes.
¿Se podía haber evitado desde el punto de vista del protocolo? Pese a la complejidad del asunto, sí, con caballerosidad y elegancia de maneras todo hubiera quedado en una anécdota “imperdonable” amparada en la alegría del momento. Un comportamiento poco aceptable, incluso, por existir una normativa, un protocolo para la entrega de medallas deportivas que se debe aplicar con exquisitez cuando coinciden deportistas de otros países y/o culturas, donde el contacto físico puede resultar ofensivo. Basta con un apretón de manos, intenso si se quiere, pero siempre dentro de un respeto, decoro y dignidad. No se trata de pedir permiso para besar, ni siquiera el abrazarles por mucha confianza que se tenga.
La norma y el sentido común reprueban el tocarse los genitales como muestra de éxito ante un contrario, máxime si se está en un palco presidencial con presencia de miembros de la Familia Real Española o de otros grandes dignatarios. Estas “formas” son conocidas por las autoridades del deporte, son cuestiones sencillas que evitan malentendidos y ofensas, y que preservan las tradiciones históricas o culturales de los pueblos, dando una imagen de país avanzado.
Precisamente una “simple” imagen fue la que hizo caer a este Goliat que ha menoscabado el poderío deportivo, personal y humano de una de sus iguales, Jenny Hermoso, con una agresión en toda regla. También ha menospreciado el valor del protocolo deportivo y la importancia de conducirse con prudencia, poniendo en jaque el prestigio de España como anfitriona y organizadora de futuros eventos deportivos.