MAR CASTRO
Asesora en Comunicación Ejecutiva y Marca Personal
(Artículo escrito antes de que Luis Rubiales presentase su dimisión el pasado domingo 10 de septiembre, por lo que se han actualizado algunas expresiones)
La pésima actuación del ya expresidente de la Real Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, empañó la atención y el reconocimiento del éxito de la selección española de fútbol femenino y dañó la #MarcaEspaña.
El que fuere máximo representante en España del deporte rey mostró un comportamiento inaceptable durante la final de la Copa Mundial Femenina de la FIFA, celebrada en Australia y Nueva Zelanda. El torneo internacional de selecciones nacionales femeninas más importante del mundo.
Desde la comunicación oral, no verbal y digital, los gestos deplorables del expresidente enviaron mensajes claros a todas las audiencias. La autoridad que ejercía se desplegó en todo su esplendor…
En el palco se espera una actitud respetuosa con todos los presentes, manifestada en conversación cordial, actitudes acordes con el cargo que se ocupa y prudencia en el tacto con las personas asistentes. Es decir, distinción en las palabras, mesura en el comportamiento y decoro en los gestos corporales y expresiones faciales. Enmarcado en la cortesía, la coherencia y la excelencia como bases de interacción humana.
Una celebración elegante de la victoria, y de cada gol en particular, no demanda gritos, abrazos excesivos ni gestos obscenos. Sin buscarlo ni desearlo, Rubiales promovió el movimiento #MeToo que visibiliza y propone la erradicación de la violencia de género.
Un personaje controvertido con acciones inadecuadas, vulgares y bochornosas, denunciadas repetidamente y sin consecuencias, que demandan reacciones firmes y contundentes. Y que tardaron, y tardan en producirse.
Las explicaciones ofrecidas por Rubiales fueron frías, artificiales y torpes. Se esperaba que adoptase una posición de pesadumbre asentada en cuatro premisas clave:
- Una disculpa en primera persona del singular. La situación la provocaste tú, no “ocurrió”.
- La asunción de su responsabilidad, sin escudarse en el contexto de una final mundial ni marcar distancia con lo sucedido. “Si hay gente que se ha sentido ofendida, tengo que decir que lo siento. No queda otra, ¿no?”
- No generalizar la aceptación de la celebración y actuación. “Aquí, nadie entendía el revuelo”. Se escuda en una celebración “natural y normal”.
- No presentar el error como una probabilidad. “Seguramente, cometí un error en un momento de euforia”. Te has equivocado. Y punto.
Indignarse por la negativa reacción popular de su conducta, convertirse en la víctima del suceso y asirse al escandalosamente retribuido cargo no era ejemplarizante.
Pese al daño causado a la Marca España, la actitud del que fuera máximo dirigente de una institución española no condiciona la percepción de las restantes ni las acciones de sus dirigentes.