ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE PROTOCOLO
Inmersos en multitud de comunicados, a raíz de los hechos acaecidos tras la conquista de la Copa Mundial Femenina de la FIFA por parte de la Selección Española, desde la Asociación Española de Protocolo, atendiendo a distintos comentarios y consultas, queremos poner en valor el Protocolo como herramienta necesaria en cada competición.
En los actos deportivos, nuestra disciplina juega un papel importantísimo para, si cabe, destacar el mérito deportivo, así como para reforzar la imagen que con los equipos se otorga a los países, como destinos, como promotores de valores y, por ende, como motores de la economía. Así, a los beneficios de la práctica deportiva se suman otros de carácter social, de promoción turística o de difusión de culturas.
Por ello, los profesionales del Protocolo cuidan hasta el más mínimo detalle en todo lo relativo a himnos, banderas, desfiles, disposición de los invitados y, por supuesto, ceremonias de entrega de distinciones, entre otros aspectos organizativos o logísticos. Elementos que además contribuyen a la lucha por la igualdad o contra la discriminación, la xenofobia o el odio.
Para conseguir estos objetivos se establecen además unas normas a respetar en cuanto a las precedencias, a la representatividad, a la etiqueta y, cómo no, a la conducta.
En este sentido, además de los comportamientos que se dictan para deportistas, se establecen otros para las aficiones y, por supuesto, para los asistentes al espacio que acapara los focos permanentemente: el palco.
Esta tribuna constituye el lugar de mayor honor al margen de los propios contrincantes y, en ella, se reúnen autoridades deportivas y representantes institucionales, así como otras personalidades relevantes o famosas, que se convierten en escaparates del país o de la entidad a la que pertenecen.
En este espacio generalmente se intenta que estén representadas las entidades que compiten y los organismos administrativos y deportivos a los que pertenecen, por lo que es un lugar de convivencia en el que se requiere la aceptación de unas normas tácitas o explícitas acerca de la etiqueta y de la conducta.
Por ello, comúnmente se pide que se asista vestido de manera formal, lo que en el caso de los hombres implica pantalón largo, camisa o jersey y americana, llegando en algunas ocasiones a ser obligatorio el uso de corbata. Para las mujeres, se pide ropa acorde. A todos los presentes se les prohíbe el uso de bufandas, camisetas deportivas, gorras o cualquier otra prenda que les identifique directamente con el equipamiento deportivo de los contrincantes.
Tampoco se permiten banderas, banderolas, bocinas o cualquier elemento que exhiba símbolos o emblemas de colectivos con reconocido carácter homófobo, racista, que exprese menosprecio o que suponga trato vejatorio para determinadas personas o grupos sociales.
Los asistentes al palco, que por lo general han de ser mayores de edad, deben permanecer sentados y, sin dejar de expresar sus sentimientos por un determinado equipo o deportista, además de ser cautos y mantener cierto equilibrio en sus manifestaciones.
Esta actitud, que probablemente es lo que más la distingue del resto de asistentes al recinto deportivo, supone la prohibición de realizar cánticos, gesticular de manera exagerada ante determinados lances de la competición, protestar ostensiblemente contra el adversario o el equipo arbitral y, por supuesto, realizar cualquier movimiento o gesto extravagante o que simbolice prepotencia, desprecio y/o supremacía.
La aplicación de estos códigos está abierta a pequeñas licencias o guiños que, sin ser ofensivos para el resto, sí permiten demostrar claramente el apoyo al equipo o país que se representa. Este es el caso del uso de corbatas, pañuelos, trajes o (en el caso de las mujeres) vestidos con esos colores, sin que sean en sí prendas deportivas. O es el caso de los movimientos de brazos en alto o los aplausos que se producen ante goles, logros o jugadas. Pero siempre de manera casi comedida y, desde luego, sin llegar a ser ofensivos o dirigirse directamente contra el adversario o contra determinadas personas o colectivos.
Todas estas normas buscan que este foco de atención permanente sea un ejemplo de la convivencia y de las diferencias; pero, sobre todo, del respeto, la excelencia o la educación, que son los valores definidos por el Movimiento Olímpico y por los principios básicos del deporte.
El protocolo, una vez más como en otros ámbitos, busca la consecución de los objetivos y la promoción de una marca a través de unos códigos, suponiendo en ocasiones que no se permita a una persona acceder o incluso, llegado el caso, proceder a su expulsión.
El no obedecer dichos códigos, tal y como ha ocurrido en los acontecimientos vividos esta semana, significa un claro incumplimiento de valores como los citados para el deporte.