CARLOS MORENO CLEMENTE
Doctor en Comunicación, Publicidad y Relaciones Públicas. Docente universitario.
El regreso de los eventos tras la pandemia de COVID-19 planteó preguntas sobre cómo lo ocurrido afectaría a los asistentes, especialmente en grandes encuentros. La normalidad en estos eventos se restableció sorprendentemente rápido, a pesar de las previsiones pesimistas sobre la duración de dicha progresiva recuperación. La gestión de multitudes se ha vuelto desde entonces más especializada, con atención al aforo, regulación de entradas e incluso la consideración del distanciamiento social para garantizar el confort. Sin embargo, es probable que algunas experiencias de la pandemia sigan influyendo en la mente de los asistentes y que, además, el papel de las redes sociales con la viralización de contenidos y la generación de minutos de fama, el aumento de costes por asistir a determinados eventos o el incremento del consumo de determinadas drogas o alcohol puedan ser una combinación que ponga en riesgo la correcta marcha de un evento.
En fechas recientes, algunos miembros del público han mostrado comportamientos disruptivos que afectan la operación de los eventos y la seguridad de los artistas. Aunque no se puede afirmar de manera categórica que estos comportamientos estén relacionados con la pandemia, es posible que la falta de encuentros sociales durante meses haya tenido un impacto. Además, el público más joven ha sido privado de experiencias colectivas durante la pandemia, y su regreso o primeras participaciones en eventos multitudinarios puede estar marcado por un nuevo enfoque.
El público más joven ha sido privado de experiencias colectivas durante la pandemia y su regreso o primeras participaciones en eventos multitudinarios puede estar marcado por un nuevo enfoque
¿Pero a qué comportamientos nos referimos? Podemos empezar hablando de la industria de la música en directo y de cómo cuestiona el papel de los teléfonos móviles en este tipo de eventos, ya que modifican la experiencia de los asistentes, además de otros aspectos legales. Más allá de ese debate abierto, incidentes como el ocurrido en junio durante un concierto de Bebe Rexha, ponen de relieve la posibilidad de utilizar estos dispositivos de forma violenta contra los propios artistas. La intérprete recibió el impacto de un móvil durante su actuación en Nueva York golpeándole la cabeza y haciendo que se desplomase en el suelo para posteriormente ser trasladada al hospital donde recibió puntos de sutura. El agresor fue detenido y confesaría a la policía que “estaba tratando de ver si podía golpearla con el teléfono al final del espectáculo porque sería gracioso”. Pocos días después en Los Ángeles, la cantante Ava Max vio como un asistente llegaba al escenario con la aparente intención de abrazarla, pero acabando por golpearla llegándole a arañar la parte interna del ojo, mientras ella actuaba.
La industria de la música en directo, por ejemplo, cuestiona el papel de los teléfonos móviles en este tipo de eventos (los tiran a los artistas), ya que modifican la experiencia de los asistentes, además de otros aspectos legales
La lista de hechos disruptivos ocurridos durante el pasado mes de junio no se limita solo a estas agresiones. Sin ir más lejos, durante una actuación de la cantante Pink en Nueva York, alguien lanzó una bolsa que contenía unas cenizas. La intérprete preguntó que de qué se trataba y la asistente especificó que eran las cenizas de su madre, provocando la reacción de sorpresa de la cantante que no supo qué responder, ya que, tal y como ella misma admitió, era la primera vez en que se encontraba con algo así. Este hecho destaca por su singularidad, pero se une a otros muchos recientes en los que se realizan lanzamientos que, sin pretender causar daño, acaban provocando situaciones incómodas o de riesgo, como cuando Rosalía recibió el impacto de un ramo de flores durante una actuación en octubre de 2022, lo que llevó a la cantante catalana a publicar en su cuenta de Twitter un mensaje claro: «Por favor, no tiréis cosas al escenario. Y si sois tan motomamis que las tiráis igualmente pues tirarlas en el lado opuesto al que yo esté🤍🙂🙂🙂 Gracias».
Rosalía recibió el impacto de un ramo de flores, lo que llevó a la cantante a publicar en su cuenta de Twitter un mensaje claro: “Por favor, no tiréis cosas al escenario. Y si sois tan ‘motomamis’ que las tiráis igualmente, pues tirarlas en el lado opuesto al que yo esté🤍🙂🙂🙂 Gracias”
Quizá merezca mención aparte el cantante Harry Styles por su trayectoria en este sentido. Tras el regreso a las giras, Styles ha recibido numerosos impactos de objetos por parte de los asistentes. En agosto del 2022, alguien decidió lanzarle unos nuggets de pollo y tuvo que responder indicando que no le gustaban y meses más tarde, mientras se dirigía al público destacando lo positivo de volver a la cercanía de este tipo de encuentros, recibía el impacto de una botella. En el pasado, el ex de One Direction ya había sido alcanzado en un ojo por el lanzamiento de unos populares caramelos, los Skittles, lo que llevó a la propia marca a colgar en Twitter el siguiente mensaje: «No pensé que necesitara decir esto: ¡por favor, no lancen Skittles!». Y ya en julio de 2023, el intérprete recibía el impacto de un objeto pequeño durante su show en la ciudad de Viena, causándole un fuerte dolor y obligándole a abandonar momentáneamente el escenario.
Y es algo que ocurre a nivel global, según indica Eric Stuart, expresidente de la Global Crowd Management Alliance, quien subraya que “hay un cambio evidente en el comportamiento de las personas, hay mucha menos tolerancia, mucha menos paciencia y mucha más agresividad”. Para Stuart, el público tiende ahora más a sentirse con derecho a todo, con la expectativa de recibir ciertos beneficios o privilegios sin necesariamente merecerlos.
¿Cómo puede llegar a reaccionar un artista en una situación así? En ocasiones puede ser difícil sobrellevar una acción de este tipo, como le ocurrió a la rapera Cardi B. En julio, durante una de sus actuaciones, un espectador decidió tirarle la cerveza de su vaso por encima. En una reacción casi inmediata, la cantante lanzó el micrófono con el que estaba actuando a la cara del asistente, acertando de pleno. Miembros de seguridad se dirigieron a la zona para separar al espectador, mientras la artista miraba la escena antes de volver a actuar.
Recintos deportivos y teatros
Estas situaciones no solo se están produciendo en los eventos musicales. También hemos vuelto a ver invasiones de campo en competiciones deportivas. No es algo nuevo, pues en el pasado ocurría con relativa frecuencia y podemos recordar cómo sistemáticamente se producían saltos e invasiones del terreno de juego para realizar algún tipo de reivindicación, alguna proclama o simplemente para poder estar cerca o saludar a alguno de los deportistas. A nivel comunicativo, también hemos visto como las retransmisiones de estos eventos intentaban minimizar el impacto mediático que podían causar, no dándole importancia a la acción y prefiriendo ofrecer otro tipo de planos durante la retransmisión en directo.
Desafortunadamente y a pesar de la seguridad que se despliega en este tipo de competiciones, vemos que tras la pandemia se están volviendo a producir este tipo de acciones y, a modo de ejemplo cercano, podemos citar la invasión de campo por parte de seguidores del RCD Espanyol justo tras la victoria del FC Barcelona que le convertía en campeón de Liga. La incursión de un grupo de aficionados contrarios saltando al césped supuso que el equipo blaugrana tuviera que salir corriendo hacia los vestuarios sin poder celebrarlo sobre el campo.
Más allá de recintos deportivos, existen otros contextos de actuaciones en directo donde se están recogiendo incidentes similares como pueden ser las representaciones en espacios teatrales. En las últimas semanas en el Reino Unido, la policía antidisturbios tuvo que intervenir durante la representación de «The Bodyguard» en Manchester y expulsar a espectadores que se comportaban de manera grosera durante una representación de «Grease» en Londres o expulsar a un espectador que insultaba a parte del público durante una actuación de Meat Loaf en el Teatro Peacock de la metrópolis británica.
Cómo solucionar el problema
Llegados a este punto, ¿qué soluciones podemos aplicar a este tipo de comportamientos? Ciertamente, falta todavía investigación para poder aportar respuestas precisas, aún más si tenemos en cuenta que no es un fenómeno idéntico en todos los casos y que podemos acabar encontrando múltiples causas que lo podrían acabar explicando. El profesor John Drury, experto en psicología de multitudes, apunta tres posibles soluciones o vías de acción sobre las que trabajar desde la organización de un evento y que pueden servirnos para reducir estos comportamientos: el sentimiento de pertenencia a un grupo, la propia autorregulación del público y las habilidades sociales del personal del evento.
El profesor John Drury, experto en psicología de multitudes, apunta tres posibles soluciones sobre las que debe trabajar la organización: el sentimiento de pertenencia a un grupo, la propia autorregulación del público y las habilidades sociales del personal del evento
Asistir a un evento nos lleva a compartir una cierta identidad con el resto de la audiencia. En este sentido, el sentimiento de pertenencia a un grupo facilita el respetar las normas del grupo, es decir, aquello que el grupo entiende como una actitud correcta (por ejemplo, el respeto al artista). Esto resulta más sencillo en eventos más pequeños, con público más homogéneo y comprometido, pero se puede trabajar desde la organización, por ejemplo, a través de las redes sociales para conseguir reforzar y desarrollar el sentimiento de pertenencia cuando se diseña el evento.
Si se consigue crear ese sentimiento, podemos considerar que el segundo aspecto, la autorregulación del grupo, será más sencillo de alcanzar. El público considera que comparte algo que les identifica junto con unas normas de comportamiento y cuando ve un comportamiento disruptivo, considera que el resto está viéndolo igual y se espera el apoyo del resto de asistentes para intervenir o para mostrar el rechazo hacia el que lo determinado espectador ha realizado.
Y el último aspecto serían las habilidades del personal para conseguir evitar el conflicto. Para ello es importante el desarrollo de habilidades sociales y comunicativas, algo tan básico a veces como que si el staff sonríe al explicarnos las normas, es uno de nosotros, no alguien contra nosotros. Es necesario que se informe correctamente y para eso deben contar con formación y saber explicar las razones y los motivos para la toma de decisiones que afecten a los participantes.
El tiempo dirá si simplemente estamos ante una casual concatenación de hechos o si bien se produce un cambio de paradigma en los próximos meses que obligue a tomar determinadas medidas, como apunta Steven Adelman, vicepresidente de la Event Safety Alliance, cuando dice que lo ocurrido “no va a cambiar nada, al menos por ahora, pero es la primera grieta en una pared que finalmente caerá”.
Quién sabe si como indica la profesora Kirsty Sedgman, especialista en estudios culturales y del comportamiento humano, podemos estar ante el reflejo de algo más profundo: “Los recintos con eventos en vivo siempre han sido el canario en la mina de carbón. Las grandes frustraciones sociales y los cambios sociales tienden a estallar primero en estos lugares”.