PILAR JIMÉNEZ PARDO
Vicepresidenta de la EMA
Oímos y hablamos sobre el efecto WOW de forma recurrente. Es un tema que casi nunca falta en mesas redondas, grupos de networking o foros de discusión de nuestro sector. Igual de recurrente es la pregunta sobre qué entendemos como efecto WOW en los eventos y cómo lo podemos lograr: ¿con tecnología?, ¿un video mapping?, ¿un holograma? Haciendo una reflexión algo más profunda, me pregunté a mí misma: “¿Y si es más sencillo?”.
A estas alturas sabemos que los eventos se organizan por y para personas. Para una audiencia determinada, acuda o no y con unos recursos limitados, visibles o no. El event manager se encargará, con su trabajo, experiencia y conocimientos, no sólo de que todo salga y funcione, sino de que todo salga y funcione bien.
A este mix resulta imprescindible añadirle dos ingredientes fundamentales que nos darán la receta del éxito: la ilusión y la pasión. Esto es aplicable a todo lo que hagamos en la vida, ambos ingredientes enriquecen cualquier acción, aventura o desafío que se nos presenten. Pero en nuestro sector, nunca pasan desapercibidos. Allí donde se invierte pasión encontraremos cosas que destilan corrección. No debemos dejar de mostrar pasión e ilusión en nuestros eventos, ni avergonzarnos al compartirlos. En mi opinión, es precisamente ahí donde comienza el efecto WOW de los eventos. En la capacidad de transmitir, compartir y contagiar la pasión por lo que hacemos, creando eventos mágicos que cumplen sus objetivos, fruto del trabajo ilusionado de muchos profesionales, de muchas personas.
Stakeholders internos
El event manager deberá tocar con la varita de la ilusión a cada compañero de viaje en cada evento para aunar diferentes esfuerzos, una gran variedad de conocimientos, habilidades y experiencias que bien orquestados compondrán un evento lleno de efecto WOW. Algunos de estos compañeros de viaje destacados son los también conocidos como stakeholders internos. Sin ellos, difícilmente sucedería la magia. Estas son las personas con las que debemos contar y a las que debemos contagiar ilusión y pasión. Y comprobaremos que, una vez logrado, todo funciona como una cadena. Porque si algo hemos aprendido es que las emociones se contagian y que este contagio se extenderá desde el principio hasta el final de toda la cadena, en una suma casi infinita, tocando desde el primer eslabón hasta el último; clientes, partners o compañeros, sin olvidar a las agencias y proveedores.
Los event managers tenemos que ser plenamente conscientes del juego que desarrollan estos dos elementos. Nunca será lo mismo compartir el briefing con la agencia que nos acompañará en la consecución de nuestros objetivos, con pasión que sin ella. Es esto lo que marca la diferencia. Tenemos que potenciar nuestra capacidad de ilusionar que se traducirá en pequeños o grandes efectos WOW. Por eso hay veces que en mitad de un stand aparece un food truck para disfrutar de un café, o que el cierre del evento lo realice una compañía teatral de improvisación que nos cautive. Nunca tendrá el mismo efecto recibir una invitación en la que compartamos la ilusión de volver a vernos que otra en la que simplemente indicamos que nos veremos un día a una hora.
Como remate de toda esta experiencia, hay un componente visual, sensorial, musical, operístico, de contenido… que sin duda contribuye a que el efecto WOW implosione. Pero no será igual, no se obtendrá el mismo resultado si tú que creas, tú que piensas en el objetivo del evento, tú que compartes ideas, tú que presentas propuestas, tú que crees en lo que haces, no te esfuerzas por contagiar esa ilusión y pasión que sientes por este mundo al que te dedicas. Todo empieza contigo.