ALESSANDRA TESTA
Los grandes artistas musicales no han tenido más remedio durante el pasado 2020 que bajarse del escenario y quedarse en casa. Pero no quietos, ojo. Muchos de ellos han sabido reaccionar y mostrarse ante sus fans “de salón a salón” con conciertos minoritario en streaming. ¿Será el nuevo formato del futuro? ¿Cómo no perder la calidad en los eventos que tienen lugar detrás de la pantalla? Los conciertos en vivo no morirán nunca, pero, es verdad que el streaming nos ha enseñado un nuevo tipo de comodidad que en algunos casos pierde el enfoque hacia la calidad, bajando las expectativas del contenido que absorbimos. Buscar el rincón más cómodo de la habitación correspondiente, conectar los altavoces, abrir el ordenador y dirigirse con impaciencia a Youtube con el objetivo de disfrutar del concierto de nuestro artista favorito sin la obligación de quitarse el chándal. Así fue y puede seguir siendo, la (extraña) nueva normalidad del entretenimiento en materia musical a la que nos hemos acostumbrado.
No hay sensación más única que ese escalofrío eufórico que recorre el cuerpo durante el instante anterior a la apertura de las puertas de un recinto, o que precede a la entrada de los artistas al escenario acogidos por el rugido de la gente. Esperar meses, incluso años, para poder escuchar voces y coros, el protagonismo de una guitarra o esos versos que, en cierta medida, tienen un puesto central en el desarrollo personal de cada uno de nosotros. Del bagaje del aprendizaje, de las experiencias y de las emociones.
Antes de este interminable y complejo 2020, jamás el ser humano medio occidental, acostumbrado a ciertos tipos de comodidades y caprichos, llegaría a pensar en la remota posibilidad de perder el contacto con esa sensación de adrenalina antes de un concierto durante un tiempo tan largo. Asimismo, jamás un promotor pensaría en tener tanto tiempo libre durante una temporada tan extensa. ¿Se han reemplazados los eventos musicales? ¿Cómo hemos buscado las sombras del antiguo escalofrío eufórico? ¿Qué es lo que ha ido generándose a lo largo de esos 365 días de “vacaciones obligadas”? Y, sobre todo, ¿lo nuevo ha venido para quedarse?
Cómo retomamos los eventos
Esta última proposición cede directamente el paso a lo que ha sido el compañero del pasar aburrido de las horas: el streaming en todas sus formas y matices. Miles de contenidos audiovisuales se han generado solo a lo largo de la cuarentena vivida por la gran mayoría del planeta. Un artículo de IndustriaMusical.es afirma que en este año de pandemia se han registrado “60.905 livestreamings de casi 20.000 artistas, desde el 25 de marzo hasta el 12 de diciembre” (según se cita en un artículo de esta página del el 22 de diciembre de 2020 que además se titula “Más de la mitad de los livestreamings son de pago”, de Hernández Ruza). Precisamente, entrevistas, exposiciones, conciertos, partidos, cine, series y mucho más han ido cambiando de forma empujados por la exigencia de una nueva forma de entretener.
De todas formas, han sido pocos los que, gracias a recursos económicos y un buen management han sido capaces de lanzar contenidos en streaming de alto nivel manteniendo o incluso mejorando la imagen de los artistas. No es atrevido decir que la posibilidad de grabarse en cualquier lugar y en cualquier momento no es sinónimo de calidad, ni mucho menos.
De aquí, podríamos decir que el sector del entretenimiento ha tenido que dejar atrás la dicha burbuja de los eventos musicales para entrar en una nueva, en este caso, la burbuja del streaming. Que sea antigua o nueva normalidad, en ambos casos se habla de un exceder de oferta comparada, no con la demanda, sino con las mismas posibilidades de decisión del público. Por lo tanto, volvemos a la pregunta inicial: ¿Cómo retomar el control y volver a posicionarse dentro de un mercado tan intangible como el de las redes? ¿Cómo seguir sacando buen contenido artístico y musical a pesar de las pantallas? Mejor dicho, el esfuerzo creativo extremo al que se han enfrentado los promotores de todo el mundo para impedir el desaparecer de un entretenimiento necesario, razón de más para aliviar un estado de inquietud y frustración general.
Hemos visto entonces a algunas de las instituciones del entretenimiento sentarse alrededor de una mesa e intentar cambiarse de traje, de forma, sin perder lo que los afiliados aman más: la identidad y el carácter de un evento.
A raíz de esa vuelta a la creatividad primitiva, los resultados han sido muchos casos de éxito y en otros se ha perdido algo de calidad. De todas formas, aterrizar al terreno streaming ha sido un gran paso para la mayoría de los promotores, una evolución del propio evento que propone plantar semillas para el mañana.
El caso Tiny Desk Concerts
¿Qué ha sido de esos formatos que ya fundamentaban su divulgación cultural a través del steraming? ¿Vale para ellos también el concepto de obligación creativa?
Un interesante caso de creatividad analizada dentro de un formato que ya nació en las plataformas virtuales es Tiny Desk Concerts, por NPR (National Public Radio, Washington DC) y directamente a su productor y productora ejecutiva, Bobby Carter y Lauren Onkey, a quienes REVISTA PROTOCOLO tuvo la oportunidad de entrevistar acerca de los efectos de la crisis Covid19, los retos y el reinventarse siendo creativos.
En el imaginario común, Tiny Desk Concert está compuesto por una serie de conciertos acústicos con duración máxima de veinte minutos que tienen lugar detrás de la mesa de trabajo del mismo creador de la serie: Bob Boilen. Como nos explica Bobby Carter, “es la plataforma para descubrir nuevos talentos junto a algunos de sus artistas favoritos de una forma que nunca se había visto. Quitan todas las complicaciones de un espectáculo normal y desafían a los artistas a reinterpretar su música detrás de la mesa de Bob”.
Según su opinión, “tener una mente creativa y pasión por la música es vital, así como estar atento a lo que quiere el público para llevar a cabo un proyecto de éxito como éste”. Al parecer, las condiciones técnicas requeridas para la realización de un evento como éste, le eximen del fuerte impacto que ha tenido la pandemia en el sector. Lamentablemente, no ha sido tan fácil.
La crisis mundial ha afectado la marca en muchos sentidos. “¡El Tiny Desk se ha puesto patas arriba!”, nos responden los productores. Al cerrar las oficinas, el proyecto perdió entonces su fortaleza: el recinto, considerando además el riesgo que conlleva el renovarse, o sea, perder la esencia tan trabajada a lo largo de los años. El equipo tenía preparados 19 vídeos listos para aguantar la publicación de contenido durante los dos meses siguientes. ¿Y luego qué?
Obligación creativa
Obligación creativa que en este caso se ha originado del mismo concepto de encierro, de casa, de teletrabajo y de entretenimiento a distancia lanzando, finalmente, el Tiny Desk Home Concert. La idea nació del mismo Bob Boilen en el momento en que pidió a los productores contactar con sus artistas favoritos, confirmar su disponibilidad para grabar un set en casa y hacer una lista de directrices y peticiones para cada artista. Ese fue el pivote.
A pesar de la creatividad que se fue desarrollando entre la gente del equipo, la antedicha burbuja del streaming era real y muchos eran los shows virtuales que competían para la atención del público. Lauren no nos niega sus nervios a la hora de lanzar la nueva versión del proyecto. “Sin embargo, no fue hasta que los demás empezaron a disminuir cuando me di cuenta de la fuerza de nuestras producciones”, nos cuenta la productora. “En definitiva, los artistas necesitaban un lugar para actuar y acudieron a nosotros. Es un verdadero testimonio de la marca Tiny Desk”.
Hablando de los problemas y obstáculos a la hora de arrancar con la producción y ejecución, entendemos como miedo principal el “perder” ese control sobre el formato del evento que solo el famoso recinto de la oficina sabía darles y que en aquel momento no podía volver a acoger a los artistas. Igualmente, el nuevo formato y ese miedo a perder en cierta medida el control sobre el contenido artístico, dejaba mucha libertad a las bandas a la hora de plantearse el presupuesto de los videoclips y, por lo tanto, el peligro de recibir altos presupuestos creando así un conflicto con los valores de la marca. A raíz de eso, cabe destacar que Tiny Desk es parte de la Radio Nacional Pública (National Public Radio) y, por consiguiente, toma muy en serio el objetivo de servir al público. Y, como nos dice Lauren, darle acceso a estos artistas de un modo que quizá no pueda obtener de otras entidades.
Diáologo entre artistas
Por esta misma razón, el esfuerzo más grande, así como la creatividad frente a la emergencia, ha sido saber crear dialogo entre las partes, entre artistas y miembros del equipo y llevar a cabo un trabajo de colaboración mucho más exigente que el formato habitual del programa. “Aunque la pandemia nos ha arrebatado el escritorio real”, nos explica Bobby, “hemos podido mantener la esencia del concierto Tiny Desk, que es la intimidad. En su mayor parte, nos hemos mantenido firmes en lo que pedimos a los artistas: nada exagerado, despojado y personal”.
Con un equipo principal compuesto por siete personas, o sea, productores de vídeo (Morgan Smith, Maia Stern y Kara Frame), ingeniero de audio, Josh Rogosin, Bobby Carter y Bob Boilen, más un puñado de productores y expertos en el género, el Tiny Desk Home ha llegado a las casas de algunos de los artistas más famosos del momento, tanto como que ha presentado los talentos emergentes del panorama mundial empujando su arte e imagen. La respuesta por parte de los artistas ha sido muy positiva, a pesar del esfuerzo colaborativo que nos vuelve a remarcar Lauren. De hecho, el instinto es ir a lo grande para causar impresión. Pero esto no es lo que buscaba el Tiny Desk Home, más bien que la creatividad tenga el papel principal pero que se quede en su formato íntimo y pequeño. En un momento histórico extraordinario como el que hemos vivido en 2020, los artistas se han visto obligados a bajar del escenario y a quedarse en casa. Por lo tanto, actuar ante un público de cualquier tamaño ha sido una píldora para quitar el sabor amargo de esa situación y Tiny Desk ha sabido darle lo que hacía falta.
El caso de Tiny Desk Home Concert demuestra la importancia de la creatividad a la hora de enfrentarse al peligro real que hemos vivido, o mejor dicho, el peligro de quedarnos sin cultura.
En nuestra charla con Bobby y Lauren no podríamos dejar de preguntarle a cerca de su opinión sobre el futuro de la música en vivo después de la pandemia. “Pensamos mucho en eso. Espero que vuelva a ser como antes, pero no estamos seguros. Echo mucho de menos compartir estas experiencias con otros seres humanos. No hay nada como eso. En el caso de Tiny Desk, esperamos reanudar la actividad habitual en algún momento, pero será diferente. Algunos cambios serán buenos. Nos hemos visto obligados a idear formas más innovadoras de producir un espectáculo y mi esperanza es que resurja con el mismo espíritu”.