MARÍA TERESA DOMÍNGUEZ RODRÍGUEZ
El pasado jueves 6 de octubre, en la sede de la Fundación Valentín de Madariaga y Oya, en Sevilla, viví una de las experiencias más inolvidables para un escritor: la presentación oficial de mi primer libro, Las tres dimensiones del nuevo profesional: razón, emoción, alma. Después de innumerables artículos de opinión e investigación, y tras muchas colaboraciones con medios de comunicación, al fin di a conocer mi obra. El acto fue presentado por mi querida y admirada amiga María José Andrade, directora de la revista digital Mujeres Valientes, y contó con la intervención de Patricia Tudó, directora de gabinete de psicología. Como representante del Ayuntamiento de Sevilla acudió doña Mercedes de Pablos, directora general de Proyección de la Ciudad y Relaciones con Otras Administraciones.
Representantes de las áreas de la comunicación, la consultoría, la psicología y la escritura me acompañaron para comentar la armónica y necesaria aplicación del intelecto, la inteligencia emocional y los valores ético-espirituales al ámbito de los negocios. Las habilidades de liderazgo pueden y deben entrenarse si se desea alcanzar la excelencia, pero la grandeza que distingue al maestro es un fuego subjetivo que no se puede prender desde el exterior. La excelencia es un conjunto de capacidades y aptitudes que pueden ejercitarse y que mejoran con la práctica, pero la transmutación de líder a maestro es una llama que nace en el alma de la persona cuando encuentra su propia voz. La maestría no se ciñe al ámbito profesional y a la armonización del intelecto y las emociones, sino que engloba otras facetas vitales de la persona y abarca su dimensión espiritual.
Muchas veces, como afirmaba el doctor Víktor Frankl, autor de El hombre en busca de sentido, «las circunstancias excepcionalmente adversas otorgan al hombre la oportunidad de crecer espiritualmente más allá de sí mismo». Quizás muy pocos lo consiguen en hostil coyuntura, pero quien logra esa cima de desarrollo espiritual conquista la grandeza humana. La excelencia es causa de la grandeza, pero la grandeza no es en exclusiva el conjunto de los factores que conforman la excelencia. Como se suele decir, el todo es más que la suma de las partes. Grandeza es excelencia, sincronía y sublimación. El liderazgo se construye; la maestría se adquiere.
Los meses de septiembre y octubre han sido extraños y emocionantes. En medio de la vorágine que conlleva organizar la presentación de un libro, he llevado a cabo ciertos actos desinteresados, a fin de proporcionar el bien a otras personas a las que estimo. Todas, sin excepción, han agradecido mi gesto, y esa gratitud me ha hecho sonreír como hacía tiempo que no lo hacía. No tengo necesidad de decir públicamente el nombre de esas personas, porque eso sería alimentar mi vanidad y traicionar su confianza. Simplemente, destacaré que todos sus éxitos y logros son más que merecidos, y que su categoría profesional es directamente proporcional a su calidad humana. Soy afortunada, porque en este mundo salvaje de la empresa he encontrado a personas excepcionales. Mi admiración, cariño y respeto para todas ellas.
El contenido de este libro es un reflejo de mí. Creo en cada frase que lo integra. Hoy existe un nuevo profesional porque existe un nuevo paradigma empresarial. Hoy, más allá de la dimensión emoción que nos impulsa, y la dimensión razón que justifica nuestras decisiones, regresamos a la esencia y fluimos gracias a la dimensión alma.
Hay un instante que compensa cada hora robada al ocio y al descanso para escribir: el momento de dedicar un ejemplar al lector. Cada dedicatoria es única porque nace del corazón y se dirige a otro corazón en concreto. Sin embargo, antes de estampar mi firma, siempre incluyo determinada frase: “Gracias por creer en mí”. Y es que, en verdad, ¿quién es un escritor sin sus lectores?
Mi abuela sintió la vocación de escribir a muy temprana edad, y a mí me ocurrió lo mismo. Crecí en una casa repleta de libros, donde las tardes transcurrían entre silencios, besos y carcajadas. El silencio se dedicaba al estudio y la escritura, y las carcajadas eran resultado de los besos que nos regalábamos la una a la otra. Éramos dos escritoras, una escribiendo sin titubeos y con un exquisito dominio del lenguaje, y otra construyendo unos primeros párrafos rebosantes de inocencia.
Cuando mi abuela falleció, no me atreví a plantearme si debía seguir escribiendo o no. Temía no ser digna sucesora de esa mujer, buena y humilde, que atrapaba los suspiros perdidos en el viento para transformarlos en voz callada sobre hojas de papel. Así que una noche murmuré una sencilla plegaria, y al amanecer me sorprendió la luz de mi vocación. Al fin, escribí. Las respuestas llegaban apenas formulaba las preguntas, y una antigua fotografía de aquella viejecita me inspiró para seguir componiendo la melodía de mi vida.
Convertí mi sueño en objetivo, y actué para conseguirlo. Confianza, pasión, compromiso. ¡Siempre confianza, pasión y compromiso! Estos tres valores integran lo que ahora, en la madurez de mi faceta laboral, denomino el Modelo CPC de Excelencia Profesional, a través del cual ayudo a las personas a reencontrarse con su esencia a través del autoconocimiento y la optimización de su talento natural. Así, alcanzan sus objetivos y logran la plenitud, convirtiéndose en profesionales excelentes.
- Confianza en el potencial y los recursos de cada persona.
- Pasión por comunicar, organizar, planificar, transmitir, inspirar, motivar, aprender… ¡vivir!
- Compromiso con los principios y objetivos de cada profesional.
Los modelos de excelencia aspiran a evaluar la calidad de las empresas. El Modelo CPC se distingue por centrar el análisis en las personas que integran esas empresas, poniendo el foco en el propósito, la vocación y el valor diferencial de cada profesional que, por supuesto, ha de ser lícita y legítimamente retribuido. De esta manera, a través del ejercicio de un liderazgo consciente y humanista, el trabajo diario contribuye al beneficio de la sociedad en su conjunto.
Afirmo que existe un nuevo profesional porque existe un nuevo paradigma empresarial. Más allá de la dimensión emoción que nos impulsa, y la dimensión razón que justifica nuestras decisiones, regresamos a la esencia y fluimos gracias a la dimensión alma. El profesional de hoy alcanza un elevado nivel de autoconocimiento porque sabe escuchar su voz interior, y siente el deseo de inspirar a otros a que también encuentren la suya.
Las tres dimensiones del nuevo profesional: razón, emoción, alma. Con humildad e ilusión, creo que se trata de una lectura muy recomendable por su innovador punto de vista y su particular visión de la actual coyuntura empresarial. Doy gracias al cielo por ser escritora, y sé que este libro hará reflexionar a quien se sumerja en sus páginas.
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